Tesis doctoral centrada en indagar sobre el cyberbullying, sus particularidades y la identificación de perfiles o comportamientos vinculados. Ha sido elaborada por el doctor Juan Calmaestra Villén en el marco de la Universidad de Córdoba.
Con motivo de su doctorado en 2011, Juan Calmaestra Villén presentó su tesis titulada: Cyberbullying: prevalencia y características de un nuevo tipo de bullying indirecto. En él, tal y como se intuye, pone el foco en el fenómeno del cyberbullying, una problemática cada vez más y más presente en nuestra sociedad. Mediante un estudio de su naturaleza, se focaliza en sus características y en aquellos puntos que permiten su prevalencia.
El trabajo parte de la fuerte llegada de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) a nuestras vidas como un impacto importante que ha repercutido en el fenómeno del bullying, permitiéndole dar una vía para aumentar su presencia. La existencia de estas nuevas tecnologías entre los jóvenes es casi total; la mayoría de ellos disponen de algún dispositivo móvil de uso individual a edades cada vez más tempranas. Las TIC pueden ser muy útiles dentro del ámbito educativo, pero al trascender ese espacio y pasar a formar parte de la vida social de los jóvenes propicia que prácticas de su vida se trasladen al espacio digital. Y una de estas la podemos ver con la aparición de un bullying digital o cyberbullying.
Calmaestra denomina este ciberacoso como “una nueva forma de acoso que implica el uso de teléfonos móviles, Internet u otras Tecnologías de la Información y la Comunicación” con el fin de “acosar, amenazar o intimidar” intencionalmente a otra persona. De esta manera, se pueden llegar a entrever puntos en común con el acoso escolar físico y directo: sigue existiendo una intencionalidad, la repetición puede ser habitual -incluso, por su presencia en la red, un mensaje o ataque puede quedar fijado y ser releído- y persiste un desequilibrio de poder, en el sentido de que la víctima está más indefensa ante los ataques y no puede borrarlos a su voluntad.
Todo esto lleva a que aparezcan otras condiciones que refuerzan este nuevo acoso como el anonimato o el hecho de que Internet (y las redes sociales) sean un canal siempre abierto. Por un lado, según las referencias apuntadas en la tesis, ese anonimato ya se encontraba en algunas formas de bullying indirecto donde la víctima era atacada por un rumor cuyo propagador era desconocido. Sin embargo, este anonimato está mucho más presente en el ciberacoso y permite que el agresor pueda perpetrar ataques directos a sus víctimas sin, por ello, ser identificado. Por otro lado, el hecho de disponer de conectividad a internet y un fácil acceso a plataformas online o redes sociales favorece que el acoso no quede restringido a un solo espacio, como pasa con el acoso escolar y su reducción al centro escolar o alrededores. Con las nuevas tecnologías, el alcance de los ataques y las persecuciones del agresor no se ven limitadas ni por el espacio, ni por el tiempo, ni por la distancia con la víctima. Esto hace que esta última pueda recibir los ataques en cualquier momento del día y en cualquier lugar.
No obstante esto, las posibilidades de los nuevos dispositivos permiten que el cyberbullying sea capaz de adaptarse a distintas formas: a través de SMS, llamadas telefónicas, correos electrónicos, salas de chat, aplicaciones de mensajería instantánea (como Whatsapp o Messenger) o en páginas web, foros o redes sociales. A esto, Calmaestra apunta la decisión de algunos autores, centrados en el tema, de clasificar este fenómeno no dependiendo de la vía por donde se realiza, sino según el tipo de acción que se acomete. Algunas de estas acciones pueden ser desde una provocación o discusión incendiara que va a más, ataques denigrantes de una persona a otra, la suplantación de nuestra identidad, la exclusión, las cyberamenazas o la violación de nuestra intimidad.
Además, en el trabajo se apunta también una forma de cyberbullying con gran presencia y un mayor impacto mediático: el happy slapping. Según explica el autor, esta forma de ciberacoso se produce cuando un individuo o un grupo agreden a una persona mientras este ataque es grabado por otros con la voluntad de difundirlo y mofarse. Este tipo de agresión se ha ido extendiendo y es un ejemplo de cómo una forma de acoso offline, física, se combina con el ciberacoso.
Y, como cualquier tipo de bullying, esta nueva forma tiene efectos negativos en las víctimas. Según el estudio, hay dos grupos con emociones distintas: unos no se sienten ofendidos y otros se ven afectados por un enfado o una tristeza, que puede desembocar en el deseo de no asistir al centro educativo. Además de esto, las víctimas de agresión pueden ver afectado su bienestar psicológico e incluso desarrollar problemas psicosociales; pueden generar una baja autoestima o caer en depresión, o, entre otros muchos efectos, acabar sufriendo ansiedad. Con esto, se confirma nuevamente la gravedad de este problema social y la necesidad de una acción común para confrontarlo.
Para concluir, Calmaestra realizó un seguido de conclusiones, algunas de las cuales podrían no seguir siendo válidas por su año de publicación, 2011. Aun así, hay dos que se pueden extraer como perdurables. En primer lugar, se confirma que las víctimas de cyberbullying muestran un mayor índice de soledad y una falta de autoestima. En segundo lugar, se alega una conexión evidente entre los dos fenómenos: el bullying y el cyberbullying. Consecuentemente, este último se establece como una nueva variante del primero, que permite una continuación de los roles establecidos en las formas de acoso escolar y que, pese a algunas diferencias, tiene muchas más características similares e incluso reforzadas por la presencia de las nuevas tecnologías.
A través de este cierre de la tesis y su acercamiento práctico, Juan Calmaestra Villén realiza un trabajo donde se puede entender el contexto de esta problemática, al mismo tiempo que se puede reparar en modelos explicativos respecto a, por ejemplo, los perfiles implicados y atender a posibles tendencias de riesgo.